Todo un clásico del NOA en
materia de golosinas, el alfeñique es digno hijo de una de las industrias amas
y señoras de aquellas tierras: la azucarera. Ocurre que el secreto de
su sabor reside en la miel de caña, producto resultante de la cocción del
jugo de caña de azúcar. Tan afecta a acompañar quesillos y postres, la miel de
caña también puede oficiar de ingrediente madre, y en una delicia tan diminuta
como poderosa, si de sabor hablamos. ¿Cuál es la razón de aquella anudada
fisonomía? La misma viene de larga data, pues los alfeñiques hallan su
raíz en territorio español, donde ya se elaboraban confituras de forma
retorcida. Lo demás es historia deducida: tal dulce tradición se ha ido
propagando por Hispanoamérica, y el suelo nacional no ha sido la excepción.
Parecido a un caramelo y
preparado con la melaza de la caña de azúcar, es muy típico encontrarlos en el
noroeste argentino.
Ingredientes
- Azúcar (1 ½ kilo)
- Clara de huevo (una)
- Miel de caña (una cucharadita)
- Aceite de oliva (una cucharadita)
- Esencia de vainilla (½ cucharadita)
- Azúcar impalpable a gusto
Preparación
Mezcle el azúcar, la clara
de huevo, la miel de caña, el aceite de oliva y la esencia de vainilla en un
recipiente con agua suficiente como para obtener un almíbar. Cocine a fuego
fuerte hasta que la preparación se torne oscura y tome espesura, sin que llegue
a endurecerse. Retire del fuego y vierta el contenido sobre una superficie
húmeda. Deje que enfríe un poco y, previo humedecimiento de manos, estire y
amase en forma continua, hasta que la preparación adquiera un color más claro,
tipo caramelo o ámbar. Luego, corte en tiras y comience a retorcer o anudar.
Espolvoree con azúcar impalpable.
Mirá como hacer la receta
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